Cuando se habla de conservación de la biodiversidad, ¿Qué es lo primero que se te viene en mente? Un bosque, una montaña, un río, ...quizás una playa. Tus vivencias personales, tus recuerdos y las noticias que has recibido condicionan esta imagen que te aparece. Pero, ¿Alguien se imagina una ciudad?, seguro que nadie... o casi.
Es evidente que la lucha por la conservación de nuestro patrimonio natural se libra en parajes rurales, allí donde se encuentran las actividades productivas básicas (agricultura, ganadería, minería, explotación forestal, pesca) y en los lugares donde reside la mayor densidad de fauna y flora y sus elementos más representativos. Así es como se ha desarrollado la política pública orientada a conservar la riqueza natural en todo el mundo, centrándose en elementos puntuales de gran valor (especies en riesgo, especies emblemáticas, parajes paradisíacos,...) poniendo a nuestra disposición cuántos instrumentos legales, administrativos y técnicos eran necesarios.
Pero, este esfuerzo no es suficiente, no ha sido suficiente y, además, para algunos -entrelos que me incluyo-, no ha sido el más adecuado. Si tenemos en cuenta que más del 70% de la población latinoamericana vive en ciudades, porcentaje que se incrementa en paises europeos como España, no parece lógico que nos olvidemos de éstas al hablar de biodiversidad. La evidencia científica cada vez deja más clara la relación entre el bienestar de las personas, su salud, y el entorno en el que viven. Cuanta menor es la distancia entre el lugar de residencia y los espacios naturales que nos rodean, mayor es la calidad de vida de las personas y se reducen los riesgos de enfermedades. Por este motivo,...a qué planificador/desarrollador le puede pasar por la cabeza olvidarse de esta relación y centrarse, solamente, en construir vivienda e infraestructura gris. Por desgracia, el desarrollo de las ciudades, en general, ha sido históricamente así, pensando en la parte gris de la ciudad: los edificios, las calles, las infraestructuras de mobilidad dejando una pequeña parte verde por obligación normativa. Aunque poco a poco esto va cambiando, nos encontramos con una situación dicotómica, unos planeadores urbanos que piensan en lo gris y unos planeadores ambientales que piensan en lo verde, muchas veces sin hablarse... !incluso la legislación mexicana nos aboca a esto!
Ya es tiempo que esto cambie, las fronteras de la ciudad no acaban donde acaba lo construido. Muchos elementos hacen que sea necesario pensar de manera integral. O si no, piensen en estos ejemplos: ¿Dónde van a pasear con sus hijos en su tiempo libre? ¿De donde viene el agua que sale por la llave? ¿Por qué se levanta en la mañana y puede escuchar el sonido de los pájaros? ¿Qué pasa con la basura que se lleva cada mañana el basurero? Todas estas reflexiones nos llevan a la evidencia que la ciudad no es un ente aislado, si no que tiene muchas conexiones con su entorno, con paisajes rurales adyacentes, que generan alimentos de gran calidad, con sus áreas naturales cercanas e, incluso con los espacios verdes al interior mismo de los límites físicos de la ciudad.
En la medida que seamos capaces de interiorizar ésto y diseñar ciudades mucho más naturales será que seremos capaces de construir un futuro mejor para nuestros hijos, más saludable, más humano, más integrador. Fenómenos como la pandemia que estamos viviendo no hacen más que hacernos más conscientes de esta necesidad. Muchas iniciativas han surgido en este sentido, te presento un libro que recoge algunos de los aspectos que se han empezado a conocer con el nombre de Renaturalizar las ciudades. El futuro está en esto! ¿Seremos capaces de conseguirlo?
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